Jesús se sentó a mi lado, con la respiración aún agitada y la
frente empapada por el sudor.
-Amigo, ¿qué te sucede? Tú estás aquí para dar testimonio y no debes desfallecer.
-Entonces sabes quién soy...
Jesús sonrió y pasando su largo brazo sobre mis hombros, señaló:
-Pasará mucho tiempo hasta que las generaciones venideras comprendan quién soy y por qué fui enviado por mi Padre... Tú, a pesar de venir de dónde vienes, estás más cerca de la verdad.
-No comprendo, Maestro…
-Los que están conmigo -respondió- no me han entendido.
-¡hay tantas cosas de las que desearía hablarte!...
-Aún tenemos tiempo. Bástele a cada día su afán.
¿Cómo has podido darte cuenta de mis dudas?
-Levanta la piedra y me encontrarás allí. Corta la madera y yo estoy allí. Donde hay soledad,
allí estoy yo también...
-¿Sabes?, toda mi vida me he sentido solo.
Jesús replicó de forma fulminante:
-Yo soy la luz que está sobre todos. Hay muchos que se tienen junto a la puerta, pero, en verdad, te digo que sólo los solitarios entrarán en la cámara nupcial.
-Me tranquiliza saber que también los que dudamos tenemos un rincón en tu corazón...
Jesús sonrió por segunda vez. Pero esta vez sus ojos brillaron como el bronce pulido.
-El mundo no es digno de aquel que se encuentra a si mismo...
-Mil veces me he hecho la misma pregunta: ¿por qué estamos aquí?
-El mundo es un puente. Pasa por él pero no te instales en él.
-Pero -insistí- no has respondido a mi pregunta...
-Sí lo he hecho. Este mundo es como la antesala…
-Pero, Señor conozco a muchos que se han «instalado»
-Dime una cosa,-¿Alguna vez has escuchado a tu propio corazón?
Asentí sin saber a dónde quería ir a parar.
-El secreto para poseer la verdad sólo está en mi Padre. Y en verdad te digo que mi Padre siempre ha estado en tu corazón. Sólo tienes que mirar «hacia adentro»... Bienaventurado el que busca, aunque muera creyendo que jamás encontró. Y dichoso aquél que, a fuerza de buscar, encuentre. Cuando encuentre, se turbará. Y habiéndose turbado, se maravillará y reinará sobre todo.
-Señor, yo miro a mi alrededor y me maravillo y entristezco a un mismo tiempo...
-Yo te aseguro, que todo aquel que sabe ver lo que tiene delante de sus ojos recibirá la revelación de lo oculto. No hay nada oculto que no será revelado.
Mi timidez inicial se fue disipando. El calor y la cordialidad de aquel Hombre terminaban por quebrar los muros más inexpugnables. Pero nuestra conversación se vio súbitamente interrumpida la voz de una multitud que se agolpaba a las faldas de la montaña y reclamaba al rabí.
Cuando el Maestro se alejó me juré a mí mismo que buscaría nuevas oportunidades para conversar con el y exponerle mis interminables dudas.
Tomado de Caballo de Troya 1 (J.J. Benitez)
-Amigo, ¿qué te sucede? Tú estás aquí para dar testimonio y no debes desfallecer.
-Entonces sabes quién soy...
Jesús sonrió y pasando su largo brazo sobre mis hombros, señaló:
-Pasará mucho tiempo hasta que las generaciones venideras comprendan quién soy y por qué fui enviado por mi Padre... Tú, a pesar de venir de dónde vienes, estás más cerca de la verdad.
-No comprendo, Maestro…
-Los que están conmigo -respondió- no me han entendido.
-¡hay tantas cosas de las que desearía hablarte!...
-Aún tenemos tiempo. Bástele a cada día su afán.
¿Cómo has podido darte cuenta de mis dudas?
-Levanta la piedra y me encontrarás allí. Corta la madera y yo estoy allí. Donde hay soledad,
allí estoy yo también...
-¿Sabes?, toda mi vida me he sentido solo.
Jesús replicó de forma fulminante:
-Yo soy la luz que está sobre todos. Hay muchos que se tienen junto a la puerta, pero, en verdad, te digo que sólo los solitarios entrarán en la cámara nupcial.
-Me tranquiliza saber que también los que dudamos tenemos un rincón en tu corazón...
Jesús sonrió por segunda vez. Pero esta vez sus ojos brillaron como el bronce pulido.
-El mundo no es digno de aquel que se encuentra a si mismo...
-Mil veces me he hecho la misma pregunta: ¿por qué estamos aquí?
-El mundo es un puente. Pasa por él pero no te instales en él.
-Pero -insistí- no has respondido a mi pregunta...
-Sí lo he hecho. Este mundo es como la antesala…
-Pero, Señor conozco a muchos que se han «instalado»
-Dime una cosa,-¿Alguna vez has escuchado a tu propio corazón?
Asentí sin saber a dónde quería ir a parar.
-El secreto para poseer la verdad sólo está en mi Padre. Y en verdad te digo que mi Padre siempre ha estado en tu corazón. Sólo tienes que mirar «hacia adentro»... Bienaventurado el que busca, aunque muera creyendo que jamás encontró. Y dichoso aquél que, a fuerza de buscar, encuentre. Cuando encuentre, se turbará. Y habiéndose turbado, se maravillará y reinará sobre todo.
-Señor, yo miro a mi alrededor y me maravillo y entristezco a un mismo tiempo...
-Yo te aseguro, que todo aquel que sabe ver lo que tiene delante de sus ojos recibirá la revelación de lo oculto. No hay nada oculto que no será revelado.
Mi timidez inicial se fue disipando. El calor y la cordialidad de aquel Hombre terminaban por quebrar los muros más inexpugnables. Pero nuestra conversación se vio súbitamente interrumpida la voz de una multitud que se agolpaba a las faldas de la montaña y reclamaba al rabí.
Cuando el Maestro se alejó me juré a mí mismo que buscaría nuevas oportunidades para conversar con el y exponerle mis interminables dudas.
Tomado de Caballo de Troya 1 (J.J. Benitez)
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